ABRAHAM: ILUMINANDO EL MUNDO

El mundo estuvo envuelto en tinieblas durante 19 generaciones, hasta que Abraham comenzó a iluminarlo. La oscuridad no es solo un estado de no reconocimiento del Creador, quien es conocido por todos los tzadikim de todas las generaciones, generaciones, también es la restricción del funcionamiento del universo dentro de los confines de la ley de conservación de la energía, que dicta que todo lo que ocurre en su interior no es más que un intercambio, reencarnación o reciclaje de la realidad inicial. El máximo del éxito de Noaj fue la conservación del mundo, nada más. Este estado de cosas continuó hasta que Abraham, que no aceptó las limitaciones del mundo, apareció en escena. En sus investigaciones del mundo, se dio cuenta de que hay un Creador fuera de los confines del mundo. A partir de ese momento se alineó con el Creador, haciendo Su voluntad. El amor de Abraham por Dios despierta-revela dentro de Dios una nueva voluntad para la existencia del mundo. Abraham camina ante Dios como un pionero y crea una nueva nación que con sus acciones orientadas hacia Dios, infunde en el universo una nueva energía. 

Abraham fue llamado “Abraham el Ivri”, refiriéndose al hecho de que el mundo entero estaba de un lado y Abraham del otro. (La raíz de “Ivri” significa “lado”). El mundo entero estaba del lado de la restricción, del reciclaje y de ser reciclado, aprisionado en sí mismo. Abraham capta lo que está más allá de las limitaciones, lo que le otorga la capacidad de infundir al mundo con nueva energía. Abraham no se guarda esta habilidad para sí mismo, sino que se encarga de llevar al mundo el mensaje de que hay un Creador del universo.

¿Cómo puede Abraham salvar la brecha inherente entre él y el resto de los habitantes de la tierra? Su amor a Dios, combinado con su voluntad de iluminar el mundo con la luz de Dios y generar una nueva realidad, lo impregnan del Espíritu Sagrado que le enseña a transmitir su sabiduría a las personas que viven en una realidad diferente.

Dios no le hace descuentos a Abraham. Una y otra vez lo desafía con pruebas que resaltan la disonancia entre el mundo externo, oscuro y limitado de la herejía, y la renovación que está tratando de establecer. Pero es específicamente el encuentro con aquellos que no cumplen la voluntad de Dios y se burlan de Él lo que le da poder a Abraham y lo hace más grande que la vida. El contraste intensifica su sensación de placer por estar separado del mundo entero y, al mismo tiempo, resalta su sentido de compromiso para hacer del mundo una morada para Dios. El placer se expresa en la renovada fertilidad de Abraham y su deseo de elevar el mundo a su perspectiva.

En nuestra generación debemos regresar al servicio de Dios por parte de Abraham. Cuando vemos cuán lejos está el mundo de Dios y cuán bajo ha caído, y cuando nos sentimos amenazados por la influencia de este mal sobre nosotros, podemos volvernos a Dios con oración, arrepentimiento y solicitud de ayuda.

En la siguiente etapa, debemos notar que nuestro dolor es un testimonio de nuestra altivez. Es cierto que el mundo está en un estado caído, pero Dios nos ha dado la Torá y ha “plantado la vida eterna dentro nuestro”. Podemos sentirnos llenos de placer por el sagrado mundo interior que merecimos. El propósito final de esta separación no es para que presumamos egoístamente de nuestro estado relativamente bueno, en comparación con la realidad negativa. Al contrario, todo esto es para convertirnos en emisarios. Está dicho: “El mal es el trono del bien”. Depende de nosotros no solo resaltar lo bueno, sino descender a la complicada realidad y rectificarla.

Tenemos que prestar atención a lo que Dios nos ha dado. Saber que incluso si la realidad parece ser limitante, tenemos el poder de atraer una nueva luz al mundo. Tenemos el espíritu sagrado, el ruaj hakodesh para crear un nuevo lenguaje que será entendido por todos. ¡Sal e ilumina el mundo!

Rabino Itzjak Ginsburgh

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