PARTE 40    LA COMUNICACIÓN EFICAZ

La comunicación es la cualidad primaria del educador. Es el ingrediente crítico que determina si un encuentro en particular tendrá un impacto positivo o negativo sobre el estudiante. El que aspira a ser un maestro más efectivo debe aprender a observarse a sí mismo cuando habla, monitoreando sus comunicaciones en cuanto al estilo y el contenido para acertar en el corazón de sus estudiantes. Como los diferentes individuos responden de manera diferente a la misma idea o tono de voz, el educador debe adaptar su metodología y su enfoque a las necesidades de cada persona. La comunicación efectiva es una ciencia que requiere una meticulosa atención a las señales no verbales que transmite el oyente, como así también la versatilidad necesaria para ajustar nuestro mensaje en consecuencia.

En una relación maestro-estudiante una comunicación pobre es siempre una señal de una falta de compromiso de parte del educador. En la medida en que el maestro esté preocupado con su rol de depositar información, de deslumbrar a sus estudiantes con su conocimiento superior, de escucharse hablar a sí mismo, entonces sus enseñanzas se vuelven una indulgencia egoísta más que en un acto de dar.

cuando su propósito al enseñar es despertar y excitar el corazón de sus estudiantes a la verdad su comunicación se transforma en una expresión de amor y compromiso. Cuando la intención del educador es brindar, hallará exactamente a qué se aferran sus estudiantes, cuáles son sus creencias, qué necesitan y se dirigirá directamente a ese lugar. Esta es la cualidad que distingue a un maestro verdadero y exitoso.

A un nivel más sutil, este fue el error que inició la secuencia de eventos que culminaron en que Adán y Eva comieran del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Di-s ordenó su mandamiento de no comer de ese árbol a Adán en su estado inicial de unificación andrógina de hombre y mujer, esto es, antes de que Eva sea traída a la existencia. Entonces cuando ella emergió como una entidad independiente, Adán no le transmitió explícitamente el mensaje de manera tal que lo sepa concientemente. Aprendemos de la conversación de Eva con la serpiente que Adán agregó algo al mandamiento original, informándole que Di-s les había prohibido comer y tocar el árbol, ambos bajo pena de muerte. El no hizo ninguna distinción entre el mandamiento de Di-s (la prohibición de comer) y su propia modificación (la prohibición de tocar). Estaba tan enamorado de su propia innovación que fue negligente en su comunicación. Este minúsculo vestigio de amor propio trajo profundas consecuencias. La serpiente se aferró a esta sutil incorrección en la descripción de la verdad, empujó a Eva contra el árbol y la convenció de que así como no se murió por haber tocado el árbol, tampoco habría de morir por comer de su fruto. El resto es historia.

La Historia de Adán y Eva enseña un principio básico de la comunicación. Un maestro debe estar motivado exclusivamente por su compromiso con los estudiantes, deseando brindarles exactamente lo que ellos necesitan para que crezcan personal y espiritualmente. Todo motivo ulterior de parte del educador ciertamente reducirá la efectividad de sus enseñanzas y hasta pueden causar daño.

En tanto que el error del primer hombre fue muy sutil, los nuestros, desafortunadamente, son más evidentes. Por ejemplo, si le hablamos “a” otra persona denotando que estamos por ante todo en escuchar nuestro propio discurso, y si estamos introduciendo aspectos de Torá en nuestro monólogo egoísta, entonces cuando el oyente se canse de oírnos, también se le irán las ganas de escuchar Torá. Similarmente, si el educador transmite sus propias palabras, entonces eventualmente el estudiante sólo lo rechazará a él, pero si dice palabras de Torá y las esgrime como un machete, entonces el estudiante también rechazará las palabras de Torá.

(Esto refleja la falla de comunicación entre Adán y Eva. Por un leve vestigio de ego, Adán fracasó en diferenciar entre lo que eran las palabras de Di-s y las suyas. Este defecto en la comunicación se transformó en la brecha por la que ingresó la mala inclinación, personificada por la serpiente.)

Los sabios nos explican que cuando un educador habla honesta y sinceramente, en aras de dar, sus palabras penetran en el corazón del que escucha. Las enseñanzas jasídicas desarrollan más allá esta idea, haciendo notar que si bien, esas palabras que expresan la verdad pura y simple penetran y producen una respuesta de corazón, sin embargo no se grabarán en la memoria del receptor ni tendrán un impacto duradero a menos que sean intencionadas y articuladas. Esto es, a menos que sean perfectamente preparadas para la necesidad del momento, al nivel de los oyentes, de sus preguntas, su sentido estético y sus preferencias por los diferentes aspectos de la Torá, el racional, el místico o el emocional. Si el educador satisface estos criterios de sinceridad e intención, sus palabras perdurarán en sus estudiantes, incluso cuando se separen para seguir sus caminos en la vida. De lo contrario serán olvidadas rápidamente.

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