SERIE: LA DIMENSIÓN INTERIOR DEL TANAJ
Enseñanza especial para La Cuarta Revolución de la Torá
PARTE 1: LA ESTRUCTURA DE LA TORÁ
PARTE 2: DOS TIPOS DE REVELACIÓN DIVINA
PARTE 3: LAS TRES PARTES DEL TANAJ
PARTE 4: INTELIGENCIA INTUITIVA
PARTE 5 RETROSPECCIÓN, INTROSPECCIÓN Y EXTROSPECCIÓN EN EL TANAJ
PARTE 6: EN PREPARACIÓN
PARTE 7: CONVERTIRSE EN HIJOS DE NOE, ABRAHAM E ISRAEL
La Creación y el Tanaj
Veamos una introducción más importante al Tanaj. Las primeras tres palabras del Tanaj son “En el principio creó Di-s” (בְּרֵאשִׁית בָּרָא אֱ-לֹהִים). La continuación del versículo es “los cielos y la tierra” (אֵת הַשָּׁמַיִם וְאֵת הָאָרֶץ), pero las primeras tres palabras son las palabras del acto mismo de la creación. El valor numérico de estas tres palabras es 1.202.
1202 es también el valor exacto (guematria) de los nombres de las tres partes del Tanaj: Torá (תּוֹרָה), Nevi’im (נְבִיאִים) y Ketuvim (כְּתוּבִים), que en español se conocen como los Cinco libros de Moisés, los Profetas y los Escritos. Esto en sí mismo es una asombrosa igualdad entre los nombres de las tres partes del Tanaj y las tres primeras palabras de la Torá. Significa que la creación del mundo se realiza a través de los canales de las letras Divinas, la palabra de Di-s tal como aparece en las tres partes del Tanaj. Como explicamos, las tres partes del Tanaj corresponden a las tres facultades mentales, que luego descienden a todos los niveles emocionales del alma, conectados tanto con la mente como con el corazón.
Abraham como padre de todas las naciones
Hay otra frase muy importante que aparece en el Génesis en relación con el primero de los tres patriarcas, Abraham, quien es el padre de todos los gentiles justos. La Torá afirma explícitamente que Abraham es «el padre de todas las naciones»[1], Av hamon goim (אָב הָמוֹן גּוֹיִם).
¿Cómo es él el padre de todas las naciones? Cuando las naciones creen en el Di-s de Abraham y siguen su camino, entonces todas las naciones son hijos de Abraham. Él es su padre. No solo es el primer patriarca del pueblo judío, sino también el padre de todas las naciones creyentes.
Generalmente, se habla de los gentiles justos como los Bnei Noaj, que literalmente significa “hijos de Noé”. Cabe preguntarse: ¿por qué los llamamos hijos de Noé? ¿Por qué no llamarlos Bnei Adam, hijos de Adán, el primer hombre? Ser un buen hijo de Adán es ser lo que se llama un mensch, una buena persona, un individuo honesto. Ser hijo de Adán no significa observar cualquiera de los mandamientos que fueron concretados y entregados a Noé. Simplemente significa ser un buen ser humano.
En realidad, lo primero que se nos exige es ser buenos hijos de Adán. Los sabios enseñan que «el buen comportamiento precede a la Torá», derej eretz kadma latorá (דֶּרֶךְ אֶרֶץ קָדְמָה לַתּוֹרָה). Ser una buena persona en las relaciones con los demás precede incluso a recibir la Torá. Por lo tanto, primero debemos ser un Ben Adam, un mensch, un hijo de Adán. Todos debemos ser Bnei Adam, hijos de Adán.
Pero entonces, si aceptamos nuestro rol como hijos de Adán, si sabemos, si estudiamos que Noé y todos sus descendientes – Noe que vino después del diluvio, la inundación, cuando toda la humanidad fue destruida excepto él, excepto Noé y sus hijos- cuando salió del arca, Di-s le dio la forma definitiva de los siete mandamientos que Di-s quiere que la humanidad, Sus hijos, observen. Quienes observan correctamente estos siete mandamientos son llamados Bnei-Nóaj.
Pero dijimos que hay otro nivel, un nivel superior, al que podemos llamar una mejora o ascenso. Lo que ahora estamos explicando en esta enseñanza es que el mundo fue creado para que la humanidad fuera ascendiendo de nivel periódicamente. Los hijos de Adán estaban destinados a mejorar para convertirse en los hijos de Noé. Luego, los hijos de Noé deben mejorar y convertirse en los hijos de Abraham. Esto es algo muy real y muy práctico. Pertenece a la humanidad, ahora mismo, en este mismo día. Toda la humanidad, sin duda, es capaz e incluso, en lo más profundo de su corazón, desea convertirse en hijos de Abraham.
El pueblo judío es conocido como Bnei Israel, que significa “los hijos de Israel”. Israel es el elevado nombre que se le entregó al patriarca Iaacov.[2] Bnei Israel puede referirse tanto a judíos de nacimiento o gentiles justos que se convierten plenamente al judaísmo y pasan a ser parte integral de la Nación de Israel; siendo también llamados Bnei Israel o “Hijos de Israel”.
Esta es la mejora final posible para la humanidad antes de la llegada del Rey Mesías. En ese momento, todos reconoceremos que somos hijos de Di-s. Todas estas son etapas de elevación posibles para todos los seres humanos.
Lo que ahora intentamos explicar es que ya ha llegado el momento de utilizar lo que llamaremos una nueva terminología. En lugar del término habitual, Bnei Noaj, queremos que todos se conviertan en Bnei Abraham, hijos de Abraham. Eso es lo que dice la Torá. La Torá dice que Abraham es el padre de una multitud de naciones[3] (Av Hamon Goim), el padre de todas las naciones.
De hijo de Noé a hijo de Abraham
¿Cuál es la diferencia entre ser un Ben Abraham, hijo de Abraham, hijo/a de Abraham, y ser parte de los Bnei Noaj? La diferencia tiene que ver con el más esencial de los siete mandamientos dados a Noé: no adorar ídolos, no inclinarse ante ellos, no creer que existe una pluralidad de dioses. Eso es falso, una mentira, una ilusión.
Sin embargo, dado que a los hijos de Noé ya se les ordenó creer en un solo Di-s, ¿podríamos pensar que no hay diferencia entre los hijos de Noé y los hijos de Abraham? De hecho, hay una gran diferencia entre los dos. Encontramos que uno de los versículos en Génesis,[4] que describe a Abraham, dice que Abraham proclamó al mundo entero, el nombre de Di-s, quien es descrito como “Kel Olam” (אֵ־ל עוֹלָם), que debería traducirse como “Di-s-mundo”. Di-s no es como podríamos esperar “el Di-s del mundo”, que en hebreo se leería “Kel HaOlam” (אֵ־ל הָעוֹלָם). Esto significa que, según el llamado de Abraham, Di-s y el mundo son virtualmente idénticos. Esto no pretende limitar a Di-s de ninguna manera (como si dijéramos que Él es el mundo y nada más), sino más bien afirmar que el mundo es un reflejo del propio Di-s. El mundo no está separado de Di-s, no es una entidad independiente ni una realidad separada.
Ahora bien, para ser un Ben Noaj, hijo de Noé, uno debe creer en un solo Di-s. Esto significa creer que ningún otro poder crea la realidad ni la dirige ni la guía. Toda providencia proviene únicamente de un solo Di-s. Un Ben Noaj cree que Di-s es el creador de todo el universo, e incluso puede llegar a creer, como enseña la filosofía jasídica del Baal Shem Tov, que Di-s crea el mundo a cada instante. Esto significa que el proceso de creación es continuo.[5] Un Ben Noaj puede creer e incluso experimentar la creación del mundo a cada segundo.
Nos enseñan que los niños pequeños pueden sentir la recreación continua del universo. Al crecer, existe una kelipá (una cáscara), por así decirlo, que nos impide experimentar directamente la recreación en todo momento. Pero es posible. Solo hay que quitar la cáscara, la barrera, y se puede ver. Todo esto puede ser una experiencia real y, sin embargo, la creencia de un Ben Noaj en Di-s implica que Di-s y Su Creación – Di-s y el mundo – no son lo mismo. Hay dos cosas. Di-s crea el mundo. Lo creó en el pasado y lo crea en el presente. Por lo tanto, existe Di-s, y existe el mundo. Y Di-s es Uno, lo que significa que solo Di-s crea el mundo y solo Di-s tiene providencia sobre él. Si crees esto, ya eres considerado un buen no-judío y eres un hijo de Noé.
Pero para ser hijo de Abraham, debes elevarte y dar un paso más, sabiendo que todo es uno. Que Di-s es uno con el mundo y Él está en el mundo. Es más, el mundo, en cierto sentido, está dentro de Di-s mismo. Todo es Di-s – Kel olam -, Di-s es mundo y no hay otro. No son dos entidades diferentes: Di-s y el mundo. Si uno llega a esta comprensión y a esta verdad última, entonces se ha elevado de ser un hijo de Noé a convertirse en hijo de Abraham.
De hijo de Abraham a hijo de Israel
Pero entonces, una persona puede continuar elevándose hasta convertirse en hijo de Israel, parte de Bnei Israel. Cualquier no-judío justo puede unirse al pueblo de Di-s cuando avanza un paso más y reconoce que el único Di-s ha dado mandamientos a la humanidad, a todas las personas y que a Su pueblo elegido le ha dado 613 preceptos. Entonces, esta persona puede comprometerse y dedicarse a cumplir estos mandamientos con rectitud. Una vez que haya proclamado esto ante un tribunal, se convierte en hijo de Israel, en Bnei Israel.
Después de eso, la siguiente etapa es revelar, de una manera totalmente manifiesta, que todos somos hijos de Di-s, del único Di-s. Y como Di-s es uno con el mundo, también es uno con nosotros. De hecho, Él es, antes que nada, uno con nosotros.
La creación, el Tanaj y la proclamación de Abraham
En una de nuestras enseñanzas anteriores, dijimos que hay otra frase importante en la Torá que tiene los mismos valores que las tres primeras palabras de la Torá: “En el principio creó Di-s” (בְּרֵאשִׁית בָּרָא אֱ־לֹהִים) y los nombres de las tres partes del Tanaj, “Torá, Profetas, Escritos” (תּוֹרָה נְבִיאִים כְּתוּבִים). Esta frase con la que hemos estado describiendo a Abraham: “[Abraham plantó un árbol en Beer Sheva] y proclamó allí el Nombre de Havaia, Di-s-mundo”, vaikrá sham beshem Havaia Kel Olam (וַיִּקְרָא שָׁם בְּשֵׁם י־הוה אֵ־ל עוֹלָם). Nuevamente, Abraham no proclamó el Nombre del “Di-s del mundo”, lo cual implicaría dos entidades separadas, sino “el Di-s-mundo” – una sola cosa.
Ahora aún más notable es que esas últimas tres palabras, “Havaia Di-s-mundo” (י־הוה אֵ־ל עוֹלָם) tienen exactamente el mismo valor que la palabra “Él creó”, bará (בָּרָא). Lo que significa que las primeras tres palabras, “proclamó allí el Nombre de” (וַיִּקְרָא שָׁם בְּשֵׁם) tienen el mismo valor que “En el principio, Di-s” (בְּרֵאשִׁית… אֱ־לֹהִים). Vemos aquí una relación triple, hermosa y asombrosa, entre la Creación – tal como se describe en las primeras tres palabras del Tanaj – y las tres partes del Tanaj, y Abraham llamando a todos los seres humanos a que Di-s es el Di-s-mundo.
Di-s y la naturaleza son lo Mismo
Ahora observe que la proclamación de Abraham incluye dos Nombres de Di-s. El primer nombre es Havaia, el Tetragrámaton, el Nombre esencial de Di-s, “[Abraham plantó un árbol en Beer Sheva] y proclamó allí el Nombre de Havaia”, refiriéndose al aspecto sobrenatural (o trascendente) de Di-s, como se explicó en una de nuestras enseñanzas anteriores. El segundo Nombre que Abraham usó en su proclamación de que Di-s y el mundo son uno es Kel (אֵ־ל),[6] que en realidad son las dos primeras letras del Nombre de Di-s Elokim (אֱ־לֹהִים) – el aspecto inminente o natural de Di-s, la forma en que Él es uno con la naturaleza. Podemos decir que estas dos primeras letras de Elokim que componen Kel son la semilla de la Divinidad revelándose como naturaleza. Por lo tanto, el Nombre Kel es la revelación de que Di-s y la naturaleza son lo mismo.
Anteriormente, describimos tres interpretaciones diferentes de la relación entre Di-s y la Creación. La primera es la interpretación normativa, según la cual las primeras palabras de la Torá: «En el principio creó Di-s los cielos y la tierra», significan que Di-s realizó una creación única de nuestra realidad. Según esta interpretación, la creación fue un evento único. La segunda interpretación es la postura de Abraham sobre Di-s y el mundo, donde Di-s y la creación son esencialmente lo mismo. La interpretación intermedia entre estos dos polos es la creación continua, según la cual Di-s crea constantemente la realidad a cada instante.
La primera interpretación imagina la creación como algo similar al acto de un carpintero al fabricar una silla. Una vez hecha, la silla continúa existiendo con su forma por si sola, independientemente del carpintero. De igual manera, una vez creada, la Creación continúa existiendo en su forma actual, aparentemente sin ninguna dependencia del Creador. La segunda interpretación introduce la continua dependencia de la Creación respecto del Creador. En este sentido, la Creación no se parece en nada al acto de un carpintero al fabricar una silla. Sin lo que se describe como la palabra de Di-s para crear la realidad, nada en la realidad puede existir.
Y así, la palabra de Di-s que la trae a la existencia se convierte en un elemento esencial de cualquier parte de la Creación. En esta segunda interpretación, intermedia, queda en manos del observador enfocarse ya sea en la palabra de Di-s que sustenta la Creación, o en los elementos de la Creación, cuya existencia depende de esa palabra, y que por lo tanto están subordinados o anulados ante Él. Aun así, no hay identidad entre Di-s y la Creación. Esto solo es posible según la enseñanza de Abraham sobre el Di-s-mundo. La identidad entre ambos significa que cualquier elemento particular de la Creación no solo está anulado o depende de la palabra de Di-s, sino que es en realidad la expresión del ser absoluto de Di-s.
La fe de Rahab
Una ilustración muy poderosa de estos tres modos de fe en Di-s como Creador se puede encontrar en la figura de Rahab, la mujer de Jericó que ayudó a los espías de Iehoshua.[7] Después de la conquista de Jericó, Rahab se convirtió al judaísmo y se casó con Iehoshua. Pero, antes de eso, cuando habló con los espías de Iehoshua, describió su fe en Di-s con las palabras: “porque Havaia tu Di-s, Él es Di-s arriba en los cielos y abajo en la tierra”[8], Ki Havaia Elokeijem Hu Elokim BaShamaim miMala veAl HaAretz mitajat (כִּי י־הוה אֱ־לֹהֵיכֶם הוּא אֱ־לֹהִים בַּשָּׁמַיִם מִמַּעַל וְעַל הָאָרֶץ מִתָּחַת). Como tal, ella estaba describiendo su conciencia de que Di-s sustenta constantemente todo lo que está arriba y abajo a través de Su Palabra. En este sentido, ella era una verdadera “hija de Abraham”.
En el Pentateuco, Moisés usa una frase idéntica para describir la fe esperada de los hijos de Israel, pero agrega algunas palabras clave. Él dice: “Conoce este día y ten en cuenta que solo Havaia es Di-s arriba en los cielos y abajo en la tierra, no hay otro”[9], veiadata haiom vahashevotá el levaveja ki Havaia hu haElokim baShamaim veal HaAretz mitajat ein od (וְיָדַעְתָּ הַיּוֹם וַהֲשֵׁבֹתָ אֶל־לְבָבֶךָ כִּי י־הוה הוּא הָאֱ־לֹהִים בַּשָּׁמַיִם מִמַּעַל וְעַל הָאָרֶץ מִתָּחַת אֵין עוֹד). Los sabios explican que las palabras agregadas, “no hay otro” en hebreo indican que no solo Di-s sostiene todo ser a través de Su Palabra continua, sino que incluso aquello que es no-ser también es Di-s. A aquello que es no-ser se lo denomina el “vacío” o “espacio vacío” de la Creación, jalaló shel olam (חֲלָלוֹ שֶׁל עוֹלָם) por los sabios.
Esto se refiere al no-ser, o la “contracción” (tzimtzum) en la Cabalá, indicando que no hay ningún lugar que esté vacío de Di-s y, por lo tanto, la “contracción” es solo una metáfora, en verdad, Di-s es Omnipresente y aún más: Di-s es uno y el mismo que todo, incluida la contracción. Esta es la fe superior de Di-s-mundo, que sostienen los Hijos de Israel. ¿Por qué, entonces, existe una contracción? ¿Cuál es su propósito? La contracción, es decir – la ocultación metafórica de la presencia de Di-s – es necesaria para que la persona, al anularse ante Di-s, pueda ser incluida dentro de la Divinidad. Pero, cuando el judío sabe que incluso el “vacío de la Creación” es en su totalidad Di-s, entonces, también la contracción, ya no es necesaria. Si reformuláramos la afirmación anterior utilizando la terminología de los sabios, diríamos que incluso el “vacío de la Creación” es “el Omnipresente”, Mekomó shel Olam (מְקוֹמוֹ שֶׁל עוֹלָם).
La suma de estos dos términos, “vacío de la Creación” (חֲלָלוֹ שֶׁל עוֹלָם) y Omnipresente (מְקוֹמוֹ שֶׁל עוֹלָם) es 1218, o la suma de las seis permutaciones del primer verbo de la Torá, “creó” (בָּרָא). Este verbo también significa “presentar abiertamente” y, por tanto, la Creación es la presentación abierta del propio Di-s.
[1] Génesis
[2] Génesis 32:29 y 35:10.
[3] Ibíd. 17:5.
[4] Ibíd. 21:33.
[5] En nuestra enseñanza anterior (Enseñanza Diaria #006), explicamos que ver el mundo (y a mí mismo) recreándose a cada instante es el secreto de la facultad de sabiduría.
[6] Este Nombre se pronuncia únicamente Kel. Se escribe con las dos primeras letras de Elokim.
[7] Para la comparación de los sabios entre Rahab y Moisés, véase Devarim Rabá 2:28.
[8] Iehoshua 2:11.
[9] Deuteronomio 4:39.