Confianza – El Compromiso para la Auto Transformación
La confianza, que es la dimensión y la experiencia interior de la sefirá de victoria, se origina a partir de la seguridad de que todo lo que la Providencia Divina ocasiona en este mundo es para bien. En verdad todo es bueno, pero no todas las bondades de Dios son visibles a nuestros ojos, algunas están escondidas tras un disfraz de maldad. Pero este atuendo es temporario y cuando tarde o temprano es removido se revela la semilla de bondad y se vuelve claro que incluso la apariencia provisoria de mal era en aras de un bien eterno. Por eso podemos decir que en esencia todo es bien, porque todo viene de Dios que es la esencia de la bondad, pero a nuestros ojos todo es, al menos para bien.
La confianza se hace evidente también en la seguridad de que Dios siempre está conmigo, a mi lado para ayudarme a sobreponerme a los obstáculos de la vida y dándome el poder y los recursos necesarios para lograr los objetivos de la vida. Entonces, confiando y teniendo seguridad sólo en Dios uno adquiere un estado rectificado de seguridad en si mismo.
La adoración de ídolos, que se traduce en una dependencia de todo lo que no sea el Dios Único, socava nuestra confianza en Dios, en que todo proviene de Dios y que todo es bueno. Confiar en que todo es bueno, incluso frente a la maldad, representa la victoria definitiva sobre la propia maldad y el portal hacia la eternidad. Por eso la prohibición contra la idolatría es una salvaguarda contra la perversión de la sefirá de victoria y su dimensión interior, la confianza. La confianza en el bien esencial del Todopoderoso nos lleva a creer en el poder de la auto transformación.
Por este motivo, el compromiso con la lucha constante contra nuestra mala inclinación para experimentar un proceso de transformación constituye el cuarto principio del servicio y meditación Divina para los Bnei Noaj.
Al servir a Dios, la máxima victoria en el alma humana es el triunfo de nuestra buena inclinación contra la mala. En la medida en que uno es victorioso en esta batalla espiritual, amerita una metamorfosis del ser, cosa que no permite la idolatría por ser determinista en esencia. (39)
A pesar de que la Torá no sugiere que todos los no judíos se conviertan al judaísmo, sí requiere que lleven a cabo un tipo de semi conversión ( 40) para poder ser justos gentiles. Durante este proceso, el no judío acepta sobre si mismo las siete leyes noájicas como fueron entregadas a toda la humanidad en la Torá, reconociendo entonces su autoridad en sus vidas. De esta manera se transforman y adquieren un mayor nivel de libre albedrío del que tenían antes.
Una vez que llevan a cabo esto son vistos de una manera más especial en la ley judía. Por cierto, la Torá atribuye suma importancia a los justos gentiles, ordenándole al pueblo judío no sólo aceptarlos como residentes extranjeros legales (guerim toshavim) en la Tierra de Israel, sino también ocuparse de su bienestar. (41)
Como dijimos, la dimensión interior de victoria –la confianza en Dios- produce un sentido de seguridad en si mismo nacida de la comprensión de que Dios provee continuamente a cada individuo con los recursos espirituales necesarios para rectificar su conducta y rasgos de carácter y así transformarse en un ser verdaderamente nuevo.
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CONTINUACIÓN DE LA SEMANA ANTERIOR
Victoria Es la extensión de la bondad sobre el eje derecho del Árbol de la Vida. En el Servicio Divino, la bondad corresponde a la conciencia de la recreación continua, como ya se dijo. La victoria y la auto transformación se hacen posibles al sentir que así como Dios recrea al mundo a cada momento, también cada ser humano puede rectificarse y transformarse constantemente, nunca es tarde y todo es posible. Dios le da a cada persona el poder de recrearse a si mismo.
La creación es un acto ex nihilo del Creador. En hebreo “algo de la nada” es llamado iesh meain. Para poder ser recreado uno primero debe regresar a un estado de nulidad, ain, del cual pueda emerger un nuevo estado de algo, iesh.
Utilizando la imaginería del jasidismo, después que la semilla que cae de su forma previa de vida se pudre en la tierra, entonces puede germinar una nueva forma de vida de la tierra. El potencial para una nueva vida estaba presente desde antes, pero el ser debe retornar a la nada para que surja lo nuevo.
Las grandes almas como Moshé y el Baal Shem Tov, son aquellos tzadikim que experimentaron una recreación, una metamorfosis en cada momento de sus vidas. Entonces se transformaron en conductos para traer el poder creador Divino al mundo y crear cosas nuevas, incluso en la dimensión externa de la realidad. Moshé, el alma arquetípica de la sefirá de victoria, creó una “boca” para que la tierra se trague a Koraj y su congregación. El Baal Shem Tov solía encender una estalactita de hielo como una lámpara, cuando necesitaba sumergirse por la noche en un río helado, y aunque no podemos compararnos con esas dos luminarias de Israel, podemos y debemos recibir inspiración de ellos y saber que también nosotros podemos transformarnos (junto con los aspectos de la vida necesarios para nuestro servicio a Dios) en seres nuevos.
Victoria viene a continuación de los tres atributos emotivos que le preceden, amor, temor/miedo y misericordia. Al vivir el amor de Dios uno se vuelve hacia Él con temor (la señal del libre albedrío manifiesto) y comienza a reconocer Su misericordia. El milagro más grande que Dios concedió a la humanidad es el don del potencial de transformarse en un verdadero nuevo ser, el atributo de victoria.
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Como se puede notar, aquí también los no judíos toman su iniciativa a partir de los judíos, la nación de sacerdotes (y especialmente de los grandes líderes de Israel, como Moisés y el Baal Shem Tov). Victoria implica para los judíos la ascensión de los niveles inherentes en el aspecto físico de su alma y la fusión de esos niveles con la fuente de energía del aspecto Divino de sus almas (como se describió en extenso en el capítulo anterior).
En principio, el aspecto físico del alma del judío proviene de lo que es llamado en cabalá la cáscara intermedia, ese estado del ser que posee una mezcla de bien y de mal. En hebreo el nombre de esta cáscara es noga, que literalmente significa un “resplandor”, que por cierto posee un elemento de fulgor Divino que refleja su bondad inherente, pero no es un resplandor claro y brillante.Cuando los no judíos experimentan el proceso de semi-conversión necesario para transformarse en justos gentiles, ascienden desde su enclaustramiento espiritual para identificarse con la cáscara de fulgor intermedia, noga. De esta manera son similares a los judíos que aun no han pasado por el proceso de rectificación ya descrito. Es por esta razón que se le ordenó a la nación judía ayudar a los justos de los pueblos, tanto física como espiritualmente, para dotarlos con la fuerza de sobreponerse a la negatividad inherente en la cáscara intermedia, de manera que puedan superar su parte de maldad. Si se convierten completamente al judaísmo pueden continuar su ascenso hacia la fuente energía Divina junto con la nación de Israel, adquiriendo el alma Divina de Israel.