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Una gran multitud de jasidim llegó al Baal Shem Tov para celebrar la festividad de Purim. Había una atmósfera feliz y santa en el Beit Midrash. Entre los presentes estaba el rabino Meir Margaliot, uno de los estudiantes más cercanos al Besh”t, Todos los años solía viajar a su Rebe para Purim. Este año trajo a su pequeño hijo Shaul con él, Shaul era muy inteligente y tenía una voz hermosa y especial. El Besh”t amaba mucho a Shaul y lo honró para cantar en la comida de Purim.

Purim pasó y antes de regresar a su casa el rabino Meir vino a despedirse de su Rebe y recibir su bendición, para su sorpresa, el Besh”t se dirigió a él con una extraña petición:

“Por favor, deja a tu hijo conmigo por unos días, voy a pasar por tu ciudad de todos modos, y luego te devolveré a tu hijo”.

El rabino Meir no dudó ni un momento, se despidió de su Rebe y siguió su camino, dejando a su hijo pequeño con el Beshat.

Una tarde, el Besh”t ordenó a su cochero que preparara el carro y partió con algunos de sus seguidores. La noche era cerrada y oscura. De repente se vio una luz a lo lejos, y mientras el carro se acercaba a la luz, vieron que era una taberna donde estaban sentados unos campesinos borrachos. Para sorpresa de todos, el Besh”t pidió detener el carro, tomó la manita de Shaul y entró. Los campesinos cantaban fuerte, bailaban con todas sus fuerzas y nadie se dio cuenta de su llegada. De repente, el Besh”t golpeó en una de las mesas y preguntó:

“¿Así están de felices? Amigos, ¿así es como cantan?” “Ahora les mostraremos lo que es cantar de verdad”, dijo, se volvió hacia el pequeño Shaul y le pidió que cante.

“Nunca han escuchado una voz tan hermosa y agradable como la de este chico”, proclamó.

Los vecinos de la taberna que estaban sorprendidos por el grupo de judíos que llegó, estaban más sorprendidos por su coraje, y ahora esperaban con impaciencia el canto prometido. El niño se sonrojó de emoción, comenzó a cantar la canción que cantó en Purim en el Beit Midrash – “Shoshanat Iaakov”. Su voz delicada llenó el espacio, los campesinos borrachos quedaron cautivados por el canto. Cuando terminó, todos lo vitorearon e incluso le pidieron que volviera a cantar y comenzaron a bailar a su alrededor. En la esquina de la casa estaban los tres hijos pequeños del mesero y miraban al niño cantar.

De repente, el Beshat los llamó, les pellizcó las mejillas y les dijo:

“¿Es verdad que les gusta este chico y su voz? Les deseo que les siga gustando siempre.”

El Besh”t señaló a sus seguidores que la visita había terminado, los seguidores que estaban acostumbrados a este tipo de eventos del Besh”t, no hicieron preguntas innecesarias. El carro siguió su camino y al día siguiente Shaul llegó a su casa.

Pasaron los años, Shaul creció y se hizo hombre. Su nombre fue famoso como erudito y como comerciante exitoso y respetado. Viajaba mucho de un país a otro por negocios. En uno de los años durante el ayuno de Ester, Rabi Shaul tuvo que viajar urgentemente, para hacer una transacción en la ciudad cercana. Como estaba apurado le pidió al cochero que tomara la ruta más corta a través del bosque. Desafortunadamente, el cochero se perdió, cayó la noche y un gran temor comenzó a invadir los corazones de Rabí Shaul y la caravana. De repente se escuchó un grito grosero en el silencio del bosque. Dos figuras de ladrones saltaron hacia el carro, los dos fueron rápidos en su trabajo, rápidamente ataron las manos y los pies de Rabí Shaul y el carretero, y los arrojaron debajo del árbol cercano.

“Pronto llegará nuestro líder y dirá qué hacer contigo”. Dijeron los ladrones burlonamente y mientras tanto fueron a revisar lo que había en el carro.

El cochero lloró amargamente y en voz alta y el rabino Shaul trató de animarlo, pero también se dio cuenta de que casi no tenían ninguna posibilidad de salvarse. Se prepararon para lo peor cerrando los ojos. De repente la imagen de Rabi Baal Shem Tov vino a su mente y su corazón. Sus sentidos se nublaron. Se separó por completo de la realidad y entró en la atmósfera que prevalecía ese día de Purim en lo del Besh”t. El canto brotó de su corazón. Al principio era tranquilo y silencioso, pero de momento en momento se hacía más fuerte: “La Rosa de Iaacob se alegró y alegró”.Cantó durante mucho tiempo.

De repente, como si despertara de un sueño, abrió los ojos y volvió a la amarga realidad. Junto a él estaban los dos ladrones y su líder espadas en mano. Los miraron susurrando entre ellos. De repente el líder hizo una señal a sus amigos, se apresuraron a desatar las cuerdas de las manos y los pies de rabi Shaul y el cochero. Los dos quedaron atónitos. Una leve sonrisa apareció en los rostros de los ladrones, 

“Nos hemos visto antes…” dijeron al asombrado rabi Shaul.

“¿No te acuerdas?” Rabi Shaul no podía recordar. Y los ladrones explicaron todo.

Estos eran los tres hijos pequeños del tabernero. Ahora, cuando rabi Shaul comenzó a cantar la misma canción… “Shoshanat Iaakov”, “La Rosa de Iaacov”, las palabras despertaron algo de su memoria. Mientras continuaba cantando los ladrones recordaron ese evento olvidado. También recordaron la petición de ese rabino judío: amar siempre al niño. Rabi Shaul y su carreta dejaron el bosque en paz y siguieron camino a la ciudad.

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